EL
MUNDO
14
noviembre 2022
Del baby-bótox al scrótox: los 1001 usos
del bótox
Boticaria García
En 1987, casi por casualidad, se
descubrieron las posibilidades estéticas de la toxina botulínica. Desde
entonces, la lista de aplicaciones del compuesto no ha dejado de crecer
Hasta los años 70 la toxina botulínica era un temido
compuesto que producía la bacteria 'Clostridium botulinum' con el superpoder de paralizar el cuerpo hasta
matarte. Gracias a la ciencia se descubrió que esa capacidad letal para bloquear
la contracción de los músculos se podía emplear en nuestro beneficio como una
herramienta poderosa frente a muchas patologías. El estrabismo fue la primera
de ellas. En el año 1987, mientras la doctora Jean Carruthers
estaba tratando a una paciente de blefaroespasmo
(parpadeo involuntario de los ojos) comprobó que además de solucionar la
contracción del párpado, las arrugas del entrecejo, y las patas de gallo
desaparecían. Un nuevo uso -estético y no médico- había nacido.
Como curiosidad, "bótox"
es el nombre de una marca comercial que por metonimia ha acabado dando nombre a
todas las toxinas botulínicas. Algo similar a lo que ha ocurrido con otras
marcas como clínex o celo.
Estas son algunas de sus aplicaciones más solicitadas hoy:
Migrañas
Actualmente más de 3,5 millones de españoles sufren migraña
según la Sociedad Española de Neurología (SEN). La toxina botulínica no es una
cura pero desde los años 80 ha mostrado ser eficaz para mejorar los dolores de
cabeza. El tratamiento consiste en aplicar la toxina en unos 12-30 puntos
alrededor de toda la cabeza, de forma superficial. Desde 2013 la Seguridad
Social financia este tipo de tratamientos. ¿El inconveniente? Aproximadamente a
los tres meses el efecto se desvanece, como la carroza de cenicienta, y hay que
volver a hacer la magia.
Hiperhidrosis
En este caso más de 300.000 personas sufren exceso de sudor
o hiperhidrosis en España. ¿El bótox puede ser la
solución? La tasa de éxito está nada menos que en un 95 %. El tratamiento
consiste en inyectar la toxina en la piel en pequeñas dosis para bloquear las
señales nerviosas que regulan las glándulas sudoríparas, reduciendo así la
cantidad de sudor. Es una técnica que obtiene mejores resultados en axilas que
en manos y pies. ¿El inconveniente? Una vez más, el bótox
no es para siempre y en torno a los seis meses se necesita una nueva dosis.
¡Ah! Otro inconveniente es que su administración es molesta y dolorosa, aunque
se recomienda usar una crema con anestesia tópica.
Estrabismo
El estrabismo aparece cuando los músculos que rodean el ojo
no funcionan de manera coordinada produciendo que uno de los dos ojos se
desvíe. Y ya hemos dicho que el bótox paraliza los
músculos. Así que el tratamiento consiste en inyectarlo en uno o varios de esos
músculos para paralizarlos y conseguir que la desviación disminuya o
desaparezca. Si la aplicación se hace en niños es posible que requiera
anestesia general. El efecto se puede observar a partir del segundo día y puede
durar meses.
Incontinencia
La vejiga hiperactiva es un problema que afecta al 17 % de
la población, mayoritariamente mujeres, y que perjudica seriamente la calidad
de vida de los que la padecen. ¿Serviría el bótox
para dejar de hacer pis? Pues sorprendentemente sí, desde 2014 la Agencia
Española de Medicamentos y Productos Sanitarios aprobó el uso del botox para tratar la incontinencia o Vejiga Hiperactiva
Idiopática (VHI). La aplicación de esta toxina inhibe la contracción del
músculo de la vejiga y funciona mediante la aplicación de una inyección. La
inyección consigue "paralizar" la vejiga y el tratamiento se aplica
cada seis o nueve meses.
Ansiedad
Los trastornos de ansiedad y depresión han aumentado un 25 %
con la pandemia. En España se estima que incluso hasta un 29 %. La
incertidumbre económica y sanitaria, las pérdidas de familiares y el
confinamiento parecen haber contribuido. ¿Es el bótox
la solución a nuestra ansiedad? Hay varios estudios que afirman que puede
serlo. En uno se encontró que el riesgo de ansiedad fue entre 22 % y 72 % más
bajo en pacientes tratados con bótox. Los
investigadores plantean varias hipótesis. La más evidente es la vía indirecta:
como el bótox se usa para tratar afecciones crónicas
(sudor, migrañas, vejiga hiperactiva, etc.) y todos estos factores aumentan la
ansiedad, al aliviar el problema "de base" se alivia en cierto modo
el problema de salud mental. La segunda hipótesis, sobre la que es necesaria
más investigación, es que las toxinas botulínicas podrían transportarse a las
regiones del sistema nervioso central donde se cuece el estado de ánimo y las
emociones.
Baby bótox
Aunque nos suena a pinchar el bótox
al bebé al mismo tiempo que le ponemos el chupete, en realidad la franja de
edad para esta práctica suele estar entre los 20 y los 30 años. Consiste en
aplicar toxina botulínica en dosis muy bajitas en áreas de la cara donde se
pueden formar arrugas de expresión. La intención es frenar esa actividad
muscular para que no llegue a producirse la tan temida arruga. Sí, se trata del
"más vale prevenir que curar" llevado al extremo. La pregunta es: si
no hay arrugas... ¿cómo saben dónde pinchar el bótox?
El médico estético pide al sujeto que gesticule para marcar los puntos clave
donde realizar la infiltración.
Scrótox
El nombre deja poco a la imaginación y consiste, como
estarán imaginando ustedes, en inyectarse bótox en el
escroto (la piel rugosa que recubre los testículos). ¿Tiene algún sentido? El
objetivo es que al disminuir las arrugas los testículos parezcan más grandes.
¿Inconvenientes? Además de que en España este uso no está autorizado y que la
tarifa de "scrótox" está en torno a 3000
euros (es decir, además de que es una práctica ilegal y que cuesta un ojo de la
cara), hay otro pequeño inconveniente. Y es que aunque al relajar la piel del
escroto parece que, efectivamente, los testículos son más grandes... pero
también quedan más "colganderos". Es decir: más que sexy, el
resultado es senil. En resumen: háganse un favor y no se inyecten bótox en el escroto.